EL ESPEJO
MENTIROSO:
Hola, soy Jade, y os voy a
contar mi primera aventura con la pandilla. Antes de que os la narre, he de
presentaros a los demás miembros del grupo, que está formado por mi hermano
Manuel, el pequeño del club, de 7 años, por Sara, que es mi mejor amiga, de 12
años, por Juan, de 15 años y por mí, que tengo 13 años.
Todo ocurrió un verano muy
lejano, cuando aún éramos pequeños y no sabíamos lo que nos podía pasar si nos
acercábamos a aquella casa, que, sin duda, estaba abandonada desde hace tiempo.
Cuando nos acercábamos a aquel lugar que habíamos visto desde el hotel, ya era
mediodía, y, mientras que el sol nos rozaba la tez, divisamos a lo lejos a un anciano
que nos hacía señas para que nos acercáramos. De mala gana, nos dirigimos al
lugar donde se encontraba, y gritando como un loco nos dijo:
- Pero, ¿estáis tontos?,
¿es que no sabéis lo que os espera si os vais a la casa? ¡Qué ignorante que es esta juventud!
Mi hermano Manuel, como en
aquel entonces era todavía demasiado pequeñajo, se asustó tanto que se echó a
correr, y los demás, como es natural, le seguimos.
Sin hacerle caso al viejo,
nos metimos en la tenebrosa casa. No había casi luz, sólo polvo y muebles
viejos, y alguna que otra araña saltarina que cosía alegremente lo que tiempo después
le ayudaría a conseguir alimento. De repente, Sara descubrió en lo alto de un
armario un espejo muy antiguo, que, seguramente, perteneció en el pasado a
algún dueño de la casa. Tenía un marco de oro con detalles tallados en marfil.
¡Era precioso! Sara, nada más verlo, nos pidió ayuda para bajarlo del viejo
mueble, que, al ser de madera, crujía con el menor movimiento. Cuando el
dichoso objeto ya estuvo abajo, ansiosos, nos apiñamos para contemplar nuestro
reflejo. Y… ¡cuál fue nuestra sorpresa al descubrir que, en vez de nuestro
reflejo, lo único que se podía observar en el desgastado cristal era la imagen
de un enano viejo y rechoncho, con unos cansados y marrones ojos y una aguileña
nariz!
El susto que nos llevamos
todos fue morrocotudo, tan morrocotudo, que, aún siendo el mayor, Juan lanzó un
grito de terror. Alarmados, salimos de la casa dando un portazo al enano, que
se despidió de nosotros mostrándonos su risa maligna. Corrimos por los bosques
y saltamos por los charcos mientras buscábamos el camino de vuelta a casa, pero,
como estaba lloviendo, nos resultó más difícil de lo que nos imaginábamos, y lo
único que pudimos hacer fue volver sobre nuestros pasos y regresar a la casa
del enano muy asustados. Como estábamos tan cansados, decidimos hacernos un
lecho con hojas de palmeras que había por los suelos, ya que no tuvimos otro
remedio. Cuando ya era medianoche, noté como unas manos menudas y muy suaves me
rozaban el rostro, mientras que alguien me susurraba al oído las siguientes
palabras:
-El enano os sacará del
apuro, el enano os llevará a vuestra casa.
Corriendo, desperté a todo
el grupo y les conté todo lo ocurrido, desde las manos que me habían acariciado
la cara, hasta el mensaje. Entonces, a Sara se le encendió la bombilla y
decidió ir en busca del espejo. De nuevo, todos nos apiñamos alrededor de este,
pero esta vez sin la intención de contemplar nuestro reflejo, si no de pedirle
ayuda sobre el tema al enano. Cuando apareció la criatura y le preguntamos
nuestras dudas, nos dijo:
- Queridos señores
os responderé con mil
amores.
Si atrapáis una estrella
del firmamento
vuestros problemas estarán
resueltos.
Si la encontráis y pedís
un deseo
Volveréis a vuestro hogar
en un boleo.
Entonces, todos decidimos seguir sus
instrucciones y atrapar una estrella del firmamento. Pronto, vimos una estrella
cerca del lago, y, corriendo, fuimos a atraparla, pero no fue posible, ya que fue
más rápida que nosotros y huyó. Intentamos perseguirla, pero, al final,
agotados y jadeando, caímos sobre la hierba e intentamos descansar. Y, por la
mañana, ¡cuál fue nuestra sorpresa al descubrir que, al despertar, la estrella
se había posado en las piernas de Juan! Emocionados de poder volver a casa, la
metimos en un saco y le pedimos nuestro deseo, volver con nuestros padres. A la
hora de la cena le contamos nuestra aventura a nuestra familia en el hotel, que
entre risas y risas, siguieron cenando.
ELENA LÓPEZ 6ºA